Yo he llegado a media mañana
a este pueblecito sosegado y claro;
el sol iluminaba la ancha playa;
unas sombras azules, frescas, caían
en un ángulo de los aleros de las casas
y bañaban la puertas; la iglesia, con sus
dos achatadas torres de piedra, torres viejas,
torres doradas, se levantaba en el fondo,
destacando sobre un cielo limpio, luminoso.
Y en el medio, la fuente deja caer sus cuatro
caños, con un son rumoroso, en la taza labrada.
Yo me he detenido un instante, gozando de las
sombras azules de las ventanas cerradas, del
silencio profundo, del ruido manso del agua,
de las torres, del revolar de las golondrinas,
de las campanadas rítmicas y largas del vetusto
reloj.
* Texto de Azorin
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