A mis soledades voy,
de mis soledades vengo;
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.
¡No sé qué tiene la aldea
donde vivo y donde muero,
que con venir de mí mismo
no puedo venir más lejos!
Ni estoy bien ni mal conmigo;
mas dice mi entendimiento,
que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo.
Entiendo lo que me basta,
como se sufre a sí mismo
un ignorante soberbio.
De cuantas cosas me cansan,
fácilmente me defiendo;
pero no puedo guardarme
de los peligros de un necio;
él dirá que yo lo soy,
pero con falso argumento:
que humildad y necedad
no caben en un sujeto.
La diferencia conozco,
porque en él y en mi contemplo
su locura, en su arrogancia;
mi humildad, en su desprecio.
O sabe naturaleza
más que supo en otro tiempo,
o tantos que nacen sabios
es porque lo dicen ellos.
Sólo sé que no sé nada,
dijo un filósofo, haciendo
la cuenta con su humidad
adonde lo más es menos;
no me precio de entendido
de desdichado me precio;
que los que no son dichosos,
¿Cómo pueden ser discretos?
No puede durar el mundo,
porque dicen, y lo creo,
que suena a vidrio quebrado
y que ha de romperse presto.
Señales son del juicio
ver que todos perdemos;
unos por carta más,
* Poema anónimo.
Continuara...
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