“El terrorismo no es ni monopolio de un Estado, ni de un grupo, sino la acción comunicativa entre ambos que en virtud de un conflicto real, fundamentan un discurso sustentado por el odio” Korstanje
Las distintas manifestaciones del terrorismo internacional (Hamás, Hezbolá, ISIS, Al Qaeda, Boko Haram, Yihad Islámica, Talibán) sufren un empoderamiento cognitivo que los clérigos musulmanes ejercen en el “self” (sí mismo) de sus operadores, practicándoles así una lobotomía en la interpretación subjetiva de la realidad externa por lo que el concepto de vida y libertad de sus semejantes (denominados infieles) no tiene ninguna significancia inclusive en contra de los que ellos consideren como musulmanes “herejes”. Procurando imponer a través de su visión de túnel un sistema teocrático que desarticule a toda costa la multipolaridad mundial.
Este proceso parte desde el mecimiento de sus cunas de enseñanza ideológica y difusión de la visión rigorista del islam (Madraza, madāris o “escuelas coránicas”) inoculando per se un versado adoctrinamiento patológico sobre el culto de la muerte, por lo que es evidente que si el “yo” no limita al “ello” la persona continuamente actuará en forma egoísta, recordemos que alguien es más manipulable si su yo está debilitado. Por ende, podría llegar a convertirse en un trastorno antisocial mostrando “un patrón de desprecio a los derechos de los demás” (Hikal 2005).
Tratando de polarizar la arista del fenómeno y que se vuelva más compleja, los yihadistas argumentan que occidente alimenta una globalizante islamofobia sin embargo, los imanes continúan instando de forma obsesiva a los jóvenes sobre todo a convertirse en mártires y a luchar contra los infieles porque para ellos eso satisface su necesidad innata de autoactualización (ser, ser lo que podemos llegar a ser). “Los terroristas atacan a los que consideran la fuente de sus agravios” Chomsky
El terrorismo fanático decapitador, xenófobo y suicida se origina gracias a una estructura religiosa que recluta comandos lavando el cerebro a sus miembros para que se inmolen o comentan actos bizarros para extasiar de pánico y horror al inconsciente colectivo de los “infieles” motivo de su causa común; así obran esos lúgubres titiriteros (Califas, Clérigos, Mullahs) que hoy por hoy, convocan a potenciales reclutas por medio de las redes sociales (convertidas en sus herramientas propagandísticas) prometiendo aventuras, dinero y poder ya que su entorno regularmente esta adherido a un campo minado teológico-ideológico que los sitúa en el mismo objetivo haciéndoles creer que al articularse a estos grupos recibirán en resumen, una condecoración social y psicológica. En esto, resulta como nexo relevante el sentido de cohesión y pertinencia, y la comprensión que dentro de un grupo se pueden satisfacer necesidades personales de diversa índole (Pablo Huerta, ID). Esta motivación cabe en sujetos que habitualmente luchan porque predominen sus ideas y suelen tener una mentalidad “política” (Teoría de McClelland, 1989).
Finalmente, esta temática hay que analizarla como un proceso de dinámica grupal más que como algo abstracto e individual aunque hallen quiénes le den crédito a la teoría de los “lobos solitarios”. En consecuencia, cabe subrayar que el punto más álgido y caótico de este fenómeno social es derivación del lado más oscuro del fanatismo dogmático religioso e intolerante. Por lo tanto, ya es tiempo pues que la humanidad se reajuste en correspondencia a los tres ejes conceptuales básicos: civilización, dignidad y tolerancia.
“La aceptación de la opresión por parte del oprimido acaba por ser complicidad; la cobardía es un consentimiento; existe solidaridad y participación vergonzosa entre el gobierno que hace el mal y el pueblo que lo deja hacer.”
Autor
José Israel Núñez Henríquez
Ingeniero Agrónomo
Abogado/ P.G. Derecho Empresarial
ELT/ Msc. Metodología de la Enseñanza
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