El pensamiento mágico palestino
Jonathan Spyer
El 29 de abril pasó, y el período de nueve meses estipulado, por la actual administración de Estados Unidos, para resolver el conflicto entre israelíes y palestinos se ha esfumado. Absolutamente previsible, ha fracasado, completamente.
¿Qué se puede aprender de este fracaso? ¿Y qué podemos esperar que suceda ahora?
El fracaso de las conversaciones era predecible, primero y principal, debido a las posiciones irreconciliables de ambas partes. No es una cuestión de pequeños detalles, como a veces se mantiene. No es que los palestinos quieren el 99% de Cisjordania; mientras que Israel ofrece sólo el 98%.
El nacionalismo palestino - tanto en su variante Fatah como Hamás - rechaza la posibilidad de aceptar la permanencia de un Estado judío en cualquier parte de la región ubicada al oeste del río Jordán.
Para la Autoridad Palestina, el período de nueve meses de negociaciones llegó como una interrupción indeseada de una estrategia muy diferente a la cual ahora regresará. Esta estrategia consiste en un intento de presionar a Israel a través de la acción en los foros internacionales para aislar y deslegitimar al Estado judío. Es de suponer que el resultado previsto es inducir eventualmente a Israel a hacer concesiones a cambio de nada. La lucha continuará luego por más concesiones.
Es poco probable que esta estrategia rinda frutos; pero su adopción sigue un patrón notable en la política palestina – específicamente, el constante intento de encontrar una alternativa a una paz negociada basada en el compromiso -.
En el fondo de la percepción palestina yace un optimismo estratégico extraordinario.
Los palestinos se ven a sí mismos como parte de la cultura local mayoritaria musulmana sunita árabe parlante. Desde este punto de vista, el establecimiento de una soberanía no musulmana en Israel no es solamente una injusticia; sino también una anomalía. Por lo tanto, siendo una anomalía, Israel está condenado eventualmente a ser derrotado y a desaparecer. Por lo que no hay necesidad de reconciliarse con el mismo, con toda la humillación eso implica.
Esta percepción central conduce a la adopción momentánea de todo tipo de estrategias improbables, en las que se invierten grandes esperanzas.
Este patrón o modelo ha estado merodeando por algún tiempo.
En la década de los setenta, en su primera encarnación como un movimiento nacional independiente, los palestinos creían que la estrategia de guerra prolongada de sus organizaciones terroristas serviría para vaciar y destruir a la odiada entidad sionista, siguiendo el modelo del FLN en Argelia.
En los años 1990-1991, casi olvidado ahora, los palestinos abrazaron en masa las promesas vacías de Saddam Hussein de "quemar la mitad de Israel". Arafat fue a Bagdad para abrazar al dictador iraquí.
En el 2000, después del corto período de Oslo, los palestinos veían a Hezbollah y a su ideología de la resistencia como el modelo de lo que esperaban que sería una exitosa campaña militar y terrorista contra Israel.
Todas estas estrategias fracasaron. Todas ellas resultaron estar basadas en la ilusión.
Mientras tanto, el Estado judío ha ido fortaleciéndose - absorbiendo a millones de nuevos inmigrantes, avanzando económica, diplomática y militarmente -.
La campaña de presión contra Israel a través del activismo en la escena internacional es el último ejemplo de este pensamiento mágico palestino. Es probable que corra la misma
¿Qué se puede aprender de este fracaso? ¿Y qué podemos esperar que suceda ahora?
El fracaso de las conversaciones era predecible, primero y principal, debido a las posiciones irreconciliables de ambas partes. No es una cuestión de pequeños detalles, como a veces se mantiene. No es que los palestinos quieren el 99% de Cisjordania; mientras que Israel ofrece sólo el 98%.
El nacionalismo palestino - tanto en su variante Fatah como Hamás - rechaza la posibilidad de aceptar la permanencia de un Estado judío en cualquier parte de la región ubicada al oeste del río Jordán.
Para la Autoridad Palestina, el período de nueve meses de negociaciones llegó como una interrupción indeseada de una estrategia muy diferente a la cual ahora regresará. Esta estrategia consiste en un intento de presionar a Israel a través de la acción en los foros internacionales para aislar y deslegitimar al Estado judío. Es de suponer que el resultado previsto es inducir eventualmente a Israel a hacer concesiones a cambio de nada. La lucha continuará luego por más concesiones.
Es poco probable que esta estrategia rinda frutos; pero su adopción sigue un patrón notable en la política palestina – específicamente, el constante intento de encontrar una alternativa a una paz negociada basada en el compromiso -.
En el fondo de la percepción palestina yace un optimismo estratégico extraordinario.
Los palestinos se ven a sí mismos como parte de la cultura local mayoritaria musulmana sunita árabe parlante. Desde este punto de vista, el establecimiento de una soberanía no musulmana en Israel no es solamente una injusticia; sino también una anomalía. Por lo tanto, siendo una anomalía, Israel está condenado eventualmente a ser derrotado y a desaparecer. Por lo que no hay necesidad de reconciliarse con el mismo, con toda la humillación eso implica.
Esta percepción central conduce a la adopción momentánea de todo tipo de estrategias improbables, en las que se invierten grandes esperanzas.
Este patrón o modelo ha estado merodeando por algún tiempo.
En la década de los setenta, en su primera encarnación como un movimiento nacional independiente, los palestinos creían que la estrategia de guerra prolongada de sus organizaciones terroristas serviría para vaciar y destruir a la odiada entidad sionista, siguiendo el modelo del FLN en Argelia.
En los años 1990-1991, casi olvidado ahora, los palestinos abrazaron en masa las promesas vacías de Saddam Hussein de "quemar la mitad de Israel". Arafat fue a Bagdad para abrazar al dictador iraquí.
En el 2000, después del corto período de Oslo, los palestinos veían a Hezbollah y a su ideología de la resistencia como el modelo de lo que esperaban que sería una exitosa campaña militar y terrorista contra Israel.
Todas estas estrategias fracasaron. Todas ellas resultaron estar basadas en la ilusión.
Mientras tanto, el Estado judío ha ido fortaleciéndose - absorbiendo a millones de nuevos inmigrantes, avanzando económica, diplomática y militarmente -.
La campaña de presión contra Israel a través del activismo en la escena internacional es el último ejemplo de este pensamiento mágico palestino. Es probable que corra la misma
suerte que sus predecesores. A pesar del ruidoso movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones); la posición de Israel en el escenario mundial siga siendo sólida.
Su alianza con los EE.UU., a pesar de la total ausencia de calidez por parte de la actual administración, se mantiene firme en su núcleo, lo que se refleja en la cooperación en una infinidad de niveles, tanto en el plano militar como económico.
Israel está avanzando con determinación en la construcción de relaciones positivas con las potencias emergentes de India y China. Mantiene relaciones muy estrechas y cálidas con Canadá, Australia, Alemania y otros actores occidentales importantes. Nada de eso está siendo amenazado por la mayoría automática que los palestinos gozan en la ONU, debido al bloque de los países árabes y musulmanes.
Por lo tanto, el optimismo palestino con respecto al modelo a seguir para derrotar a Israel es difícil de entender. Pero al fin y al cabo, la fe depositada en los enfoques previos, mencionados anteriormente, tampoco tenía mucho sentido.
Lo que nos espera ahora es un periodo en el cual la quimera actual necesita ser desarrollada. Viendo el lado positivo, esto significa que el retorno a la violencia política en gran escala es improbable. Los palestinos fueron derrotados, en gran medida en el período 2000-2004, y les queda poca energía para volver a la guerra.
La élite palestina, y sus hijos, disfrutan de una vida cómoda y privilegiada en Ramallah, en el resto de la región y más allá de ella. Combinar eso con la actividad diplomática y política puede ser agradable y gratificante. Mezclar eso con la actividad militar, por el contrario, podría ser dañino y ya ha demostrado que no funciona.
Por lo tanto, espere más denuncias rabiosas llenas de patetismo o rasgos conmovedores sobre los crímenes israelíes, por parte de varios comités de la ONU, integrados en gran medida por representantes de dictaduras de diversa naturaleza.
Espere a Saeb Erekat y a otros aparecer con razones aún más inventivas de por qué el Islam y el árabe son "indígenas" para Jerusalén, mientras que el judaísmo y el hebreo representan implantes extranjeros, etcétera.
Y al final de todo esto, espere más fracaso, más desconcierto y una pausa hasta que se tropiecen por casualidad con la próxima alternativa a una paz negociada. Esa es la naturaleza del pensamiento mágico que yace en el corazón de la política árabe palestina.
Esta política, en sus diversas manifestaciones, existe para revertir el veredicto de la guerra de 1948. No tiene ningún otro propósito.
Su credo está perfectamente representado en las palabras del erudito marroquí Abdallah Laroui, citado por Fouad Ajami: "Cierto día todo será arrasado e instantáneamente reconstruido y los nuevos habitantes se irán, como por arte de magia, la tierra que habían rapiñado; de esta manera la justicia será dispensada a las víctimas, aquel día cuando la presencia de Dios se haga sentir nuevamente”.
El lenguaje es elegante. El mensaje es de “politicidio” y destrucción. Mientras este credo permanezca en la raíz de la política palestina, la paz entre israelíes y palestinos seguirá siendo inalcanzable. Todo lo demás es puro detalle.
Jonathan Spyer es investigador principal del Center of Global Research in International Affairs Center (GLORIA) en el Centro Interdisciplinario de Herzliya y miembro del Middle East Forum.
Fuente: PJmedia.com
Su alianza con los EE.UU., a pesar de la total ausencia de calidez por parte de la actual administración, se mantiene firme en su núcleo, lo que se refleja en la cooperación en una infinidad de niveles, tanto en el plano militar como económico.
Israel está avanzando con determinación en la construcción de relaciones positivas con las potencias emergentes de India y China. Mantiene relaciones muy estrechas y cálidas con Canadá, Australia, Alemania y otros actores occidentales importantes. Nada de eso está siendo amenazado por la mayoría automática que los palestinos gozan en la ONU, debido al bloque de los países árabes y musulmanes.
Por lo tanto, el optimismo palestino con respecto al modelo a seguir para derrotar a Israel es difícil de entender. Pero al fin y al cabo, la fe depositada en los enfoques previos, mencionados anteriormente, tampoco tenía mucho sentido.
Lo que nos espera ahora es un periodo en el cual la quimera actual necesita ser desarrollada. Viendo el lado positivo, esto significa que el retorno a la violencia política en gran escala es improbable. Los palestinos fueron derrotados, en gran medida en el período 2000-2004, y les queda poca energía para volver a la guerra.
La élite palestina, y sus hijos, disfrutan de una vida cómoda y privilegiada en Ramallah, en el resto de la región y más allá de ella. Combinar eso con la actividad diplomática y política puede ser agradable y gratificante. Mezclar eso con la actividad militar, por el contrario, podría ser dañino y ya ha demostrado que no funciona.
Por lo tanto, espere más denuncias rabiosas llenas de patetismo o rasgos conmovedores sobre los crímenes israelíes, por parte de varios comités de la ONU, integrados en gran medida por representantes de dictaduras de diversa naturaleza.
Espere a Saeb Erekat y a otros aparecer con razones aún más inventivas de por qué el Islam y el árabe son "indígenas" para Jerusalén, mientras que el judaísmo y el hebreo representan implantes extranjeros, etcétera.
Y al final de todo esto, espere más fracaso, más desconcierto y una pausa hasta que se tropiecen por casualidad con la próxima alternativa a una paz negociada. Esa es la naturaleza del pensamiento mágico que yace en el corazón de la política árabe palestina.
Esta política, en sus diversas manifestaciones, existe para revertir el veredicto de la guerra de 1948. No tiene ningún otro propósito.
Su credo está perfectamente representado en las palabras del erudito marroquí Abdallah Laroui, citado por Fouad Ajami: "Cierto día todo será arrasado e instantáneamente reconstruido y los nuevos habitantes se irán, como por arte de magia, la tierra que habían rapiñado; de esta manera la justicia será dispensada a las víctimas, aquel día cuando la presencia de Dios se haga sentir nuevamente”.
El lenguaje es elegante. El mensaje es de “politicidio” y destrucción. Mientras este credo permanezca en la raíz de la política palestina, la paz entre israelíes y palestinos seguirá siendo inalcanzable. Todo lo demás es puro detalle.
Jonathan Spyer es investigador principal del Center of Global Research in International Affairs Center (GLORIA) en el Centro Interdisciplinario de Herzliya y miembro del Middle East Forum.
Fuente: PJmedia.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario